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Cómo Aprender Chino en Una Semana

Categoría: Management
Princesa China

Se cuenta que hace muchos muchos años un joven príncipe hindú recibió en su palacio a una delegación comercial china que estaba recorriendo la zona buscando establecer lazos comerciales. Esta delegación la encabezaba a su vez una joven y bella princesa china (es un cuento, tienen que ser príncipes y princesas), de la cual el príncipe quedó profundamente enamorado. Nuestro príncipe, por supuesto, no tenía ni idea de hablar chino, por lo que todas las conversaciones se realizaban por medio del cuerpo diplomático. Sin embargo el príncipe buscaba continuamente a la princesa con la mirada, descubriendo en ocasiones los ojos de ella puestos en él, pero como no sabía hablar chino no podía establecer una comunicación con ella.

Tras unos días de conversaciones, ambas delegaciones acordaron comenzar relaciones comerciales, en las que el primero de los pasos sería preparar una delegación hindú que visitaría china una semana después, para conocer de primera mano lo que esta les podía ofrecer. Nuestro príncipe estaba entusiasmado: varios días recorriendo china con su amada princesa, ¡era lo mejor que le podía suceder!. Pero comprendiendo que sin hablar chino las posibilidades que tenía de lograr enamorar a la princesa eran más bien escasas, decidió buscar consejo en un viejo monje budista, famoso en todo el territorio por tener un método por el que podía conseguir cualquier cosa que se propusiera. El monje, a pesar de su condición, era una persona tremendamente jovial y extrovertida, y se le consideraba un sabio por la comunidad.

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Así pues nuestro príncipe buscó al monje en las montañas y cuando le encontró le dijo. "Querido monje, necesito aprender a hablar chino en una semana. Dentro de una semana parto de viaje hacia China, donde pasaré a su vez otra semana, pero como no se hablar chino, no sé si lograré mis objetivos. Necesito tu ayuda. Me han dicho que eres un hombre sabio y tienes un método infalible para conseguir cosas. Si logras que hable lo suficiente en una semana te cubriré de oro y joyas"

"Bien", dijo el monje, "pues entonces tendrás que realizar un gran esfuerzo durante esta semana que falta para aprender lo más posible su idioma. Tendrás que levantarte mucho más temprano, empezar el día con un profesor particular. Estudiar todos los verbos y conjugaciones, y practicar toda la mañana con él. Por la tarde deberás pasar tiempo con tu cuerpo diplomático y mantener todas las conversaciones en chino, para avanzar en la comprensión del idioma. Deberás cambiar temporalmente tu cocinero por uno chino, y deberás pedirle lo que deseas en este idioma. Finalmente te aconsejo que solo veas espectáculos chinos, preferiblemente obras de teatro en las que se hable, y de esta manera seguirás practicando el idioma."

"¡Imposible!" Respondió el príncipe. "El profesor de chino de palacio es un patán. Tiene toda la biblioteca china descuidada y sucia, nunca está a su hora de clase y es malísimo explicando las cosas. Además ni siquiera habla muy bien el chino."

El monje pareció sorprendido. "Bien, ¿y por qué no despedís a ese profesor y contratáis a otro?" "Oh, lo haría," respondió el príncipe. "Pero a este profesor lo contrató, mi padre el rey, y no me gustaría enemistarme con él", "¡Caray!", respondió el monje. "Bueno, continuemos con el resto del método y tratemos de reforzarlo".

"Me temo que eso tampoco va a ser posible", respondió el príncipe. "El cuerpo diplomático tiene una rutina muy marcada, y no van a tener tiempo de estar conmigo ayudándome a aprender. Y además, en el momento en el que se les pide algo más de lo que les toca empiezan a quejarse, a protestar, incluso a desobedecer las órdenes… Si empiezo a pedirles esfuerzos y que hagan cosas que no están en su rutina tendré problemas".

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El monje le miró en silencio durante unos segundos, y después de meditar respondió. "Bueno, pues dedicaremos la mitad del día a llenarlo con entretenimientos en chino, pero claro, para entenderlo adecuadamente tendrás que esforzarte y estudiar por tu cuenta todos los libros de enseñanza de chino de palacio, así como buscar la conversación con personas de la corte que hablen este idioma, como por ejemplo el nuevo cocinero chino".

El príncipe parecía a punto de echarse a llorar. "Pero maestro, ¡yo no soy muy bueno estudiando!, nunca lo he necesitado. Me despisto con facilidad y me aburro. Además la corte está en crisis, si le digo a mi padre que invierta en espectáculos en chino o en contratar temporalmente un nuevo cocinero para que yo aprenda, será un gasto que no querrá hacer…"

Finalmente el viejo monje preguntó, "Pero, ¿por qué tienes ese interés en aprender chino? ¿No es suficiente con que traduzca el personal del cuerpo diplomático?". "No", respondió el príncipe, "estoy enamorado de una de sus princesas y quiero que a su vez ella se enamore de mí. Temo que si no sé hablar chino no pueda conseguirlo"

Tras permanecer unos segundos pensativo, durante los cuales el joven príncipe sintió sus nervios a punto de estallar, por miedo a no conseguir enamorar a la princesa, el monje respondió. "Entiendo tus problemas, y tengo la solución. Verás, durante todas las noches de esta semana más los días que estés en china, harás gárgaras con el brebaje que llevan estás botellitas que tengo aquí. Por cada botellita te cobraré mil monedas de oro, y como necesitarás al menos 14, serán 14.000 monedas de oro. Si hacéis lo que os digo todas las noches te aseguro que al final la princesa caerá rendida a tus pies." El joven príncipe saltó loco de alegría. "¡Esto es lo que necesitaba! En verdad sois un gran sabio, como dice la gente. No solo me llevaré 14 botellitas, me llevaré el doble porque quiero redoblar mis esfuerzos; y otras dos más por si se me rompe alguna y para que sean números redondos. Serán 30 botellitas y te daré 30.000 monedas de oro."

Esa misma noche el joven príncipe comenzó con las gárgaras. Durante un día y otro pasó las noches en su jardín de palacio haciendo gárgaras sin parar a la luz de la luna. Cuando comenzó su viaje a china con el resto de su delegación tenía la garganta tan enrojecida que apenas podía hablar, por lo que cada vez era más difícil relacionarse no sólo con la princesa, sino también con los demás. Desesperado, viendo que sus esfuerzos no mostraban resultado, el joven príncipe redoblaba los esfuerzos, hasta que finalmente las botellitas que deberían haber durado 30 días, las acabó dos días antes de finalizar el viaje. Todos sus esfuerzos fueron infructuosos, y tuvo que emprender viaje de vuelta sin que la princesa apenas hubiera notado su presencia y con la garganta despellejada.

Al llegar a palacio, frustrado y furioso marchó a ver al viejo monje y gritando, le dijo: "Me has engañado, tus botellitas no han servido de nada. ¿Me has tomado por tonto?" A lo cual el viejo monje respondió: "Bueno, mi señor, no podéis culparme: pensé que si el profesor de chino os tomaba por tonto, el cuerpo diplomático os toma por tontos, vuestro padre os toma por tonto, vos os tomáis por tonto y creéis que no podéis aprender, y efectivamente hacéis el tonto marcándoos objetivos inadecuados e imposibles, yo también quizás debería probar suerte".

De esta fábula creo que se pueden sacar muchas moralejas, por ejemplo que no existen las pócimas mágicas para conseguir las cosas, sino el trabajo y el esfuerzo en el día a día. Si buscamos con ardor encontrar esta pócima mágica nunca faltara quien nos la venda, y correemos el riesgo de auto-engañarnos y al final caer en la trampa; porque como se dice habitualmente "no hay más ciego que el que no quiere ver".

Y tú, ¿Qué otras moralejas crees que se pueden obtener del cuento?

Gracias por leernos y hasta el siguiente artículo.


AbcSystems  - Eduardo Sánchez

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